24 de enero de 2014

El remanso de la satisfacción.

A veces, cuando menos te lo esperas, la tranquilidad se acaba, un vórtice extraño y poderoso te absorbe, y te cuelas en una especie de remolino que te transporta a través de los días, sin dejarte tiempo más que para pensar en cómo transformar ese impulso en ideas. Menos mal que tras alguna roca en lecho del río, encuentras de vez en cuando un remanso y que con cada decisión, con cada objetivo cumplido la corriente se dulcifica y pasa a ser remolino y después se hace torrente, raudal, corriente; aguas, al fin y al cabo, más navegables, aunque sospecho que la espuma está ya en mi carácter.
A finales de año, cuando decidí cambiar la tranquilidad que parecía iba a imponerse en mi vida durante del 2.014, entré una vez más en esa tormenta que suponen los cambios.
Buscaba paz y he encontrado vértigo, quería tiempo para escribir y he vuelto a tener que descubrirlo entrelíneas.
Creo que no aprenderé nunca, que será difícil que vuelva a encontrar la calma, aunque la eche de menos, aunque añore aquellos primeros días tras la operación de cadera en los que las muletas me obligaban a pasear tan lento por la calle, y por la vida, que podía apreciar detalles nunca vistos.
Al menos hoy, tras brincar durante unos días entre los rápidos, he encontrado un remanso que me ha permitido sentir esa sensación de relajación, mental y física, que creía haber olvidado. Quizás para conseguir esos remansos necesite la invalidez de las muletas o el estancamiento que implica la imposibilidad, o como ahora, lo alcance tras la satisfacción. Y lo que siento es eso, cierto grado de satisfacción, más bien alivio, el desahogo tras muchos días de trabajo en la revisión de las correcciones previas a la publicación de la novela.
Después de tanto trabajo, después de tantas modificaciones, de tantos cambios, creo que es cómo una novela nueva, diferente. Mantiene la base, pero el que haya leído la primera versión notará que ha cambiado muchísimo, capítulos enteros son nuevos, algunos personajes han encontrado facetas en su personalidad que les caracterizan mejor, está más pulida...
Personalmente me parece mentira que después de haberla leído, no sé, quizás quince, veinte veces o más, aún me siga gustando y pueda seguir leyéndola casi de un tirón. Me hace ilusión pensar que si a mí no me aburre, a los futuros lectores también pueda gustarles.
Me ha sorprendido que el proceso de una edición fuera tan lento. Primero decidir el título con el que se publicará, aunque me permitiréis que lo mantenga en secreto, que aguante el suspense. Creo que está bien, es sugerente y muy apropiado. A mí me gusta verlo escrito. Pero nada que ver con la ilusión que me causó después la portada. Cuando me mandaron por e-mail las pruebas para ver si me gustaba y abrí el archivo que la contenía, sentí que todos los esfuerzos, los años de trabajo, empezaban a tener sentido y entré en estado de ensueño, de incredulidad, de expectación ante lo nuevo.
Si tuviera que medir ese grado de sorpresa, un buen indicador sería el número de veces que he abierto ese archivo para volver a verlo. No sé cuantas. Decenas, seguro. Y cada vez que veo la imagen de la portada, el título y… mi nombre debajo, siento que algo no cuadra con la realidad, como si esas pocas letras, “J.L.Conty”, fueran una equivocación, una burla. Incluso en cada una de las lecturas que he tenido que hacer para corregirla, me parece que el autor es otro, que esas doscientas treinta páginas no son mías. Y entonces necesito preguntarme a mí mismo…
“¿Pero, esto lo he escrito yo?
No me lo creo, es como tal y como digo en un pasaje de la propia novela: “Vio su cara y le costó reconocerse, como en una fotografía en la que tienes una expresión que no recuerdas…”
Si esto me pasa con la portada, ¿Qué pasará cuando se edite?
Supongo que daré una y otra vez vueltas a la manzana de la librería que la tenga expuesta, sólo para pasar una y otra vez por delante de ese escaparate… sin creérmelo.
Sé que para eso aún queda mucho, que primero ha de publicarse on-line y tener la suficiente aceptación como para que se imprima en papel, pero sueño con ese primer día que me asome tras un cristal y pueda verla allí, entre otros libros. Ese día podré decir: “Lo conseguí. Aunque me costara años, al final lo conseguí”.
En fin, no sé si ese día llegará, de momento me conformo con que a finales de marzo se publique on-line, aunque no sé cuántas veces tendré que entras en la web para creérmelo.

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